viernes, 23 de octubre de 2009

Perspectivas económicas



TRIBUNA: MIGUEL BOYER SALVADOR
Pese a los déficit y el endeudamiento, los Gobiernos no deben relajar todavía sus esfuerzos para restablecer la salud del sector financiero y el apoyo a la demanda global con políticas de expansión macroeconómica
En el último mes, se han publicado informes del FMI y de la OCDE que coinciden en que la situación económica mundial ha mejorado sustancialmente, con China en recuperación, Estados Unidos a punto de tocar fondo y los dos principales países de la Eurozona -Alemania y Francia- mostrando ya tasas intertrimestrales positivas de crecimiento.

Ambas instituciones coinciden en que el rebote incipiente de las economías se está produciendo relativamente pronto y en que ello es debido a las fuertes medidas de estímulo presupuestario de muchos Gobiernos, así como a las bajadas drásticas de tipos de interés y a las inyecciones de liquidez de los bancos centrales. Estas actuaciones han salvado a la economía mundial de un escenario aún más sombrío.

Las previsiones para España no pintan tan mal como interpretan ciertos analistas y aficionados
Abaratar el despido no es una panacea para crear empleo en medio de una crisis
Pero las fuerzas que impulsan el rebote actual son de naturaleza transitoria y disminuirán en el curso de 2010. Es demasiado pronto para que los Gobiernos relajen sus esfuerzos para restablecer la salud del sector financiero y el apoyo a la demanda global con políticas de expansión macro-económica.

A pesar de los amplios déficit y de una deuda creciente en muchos países, los estímulos presupuestarios deben ser sostenidos, hasta que la recuperación tenga una base sólida.
Las recomendaciones ante las perspectivas de una recuperación -probablemente, lenta y débil- no pueden ser más claras y llenas de lógica económica.

En el caso de la economía española, las dificultades son mayores por la dimensión de las caídas del sector de la construcción y del empleo. A pesar de ello, las previsiones del FMI para España -una caída interanual del PIB del 3,8% para 2009 y otra del 0,7% para 2010- no pintan tan mal como las interpretaciones de ciertos analistas y aficionados, pues la cifra para 2009 es inferior a la media de la UEM y a las de países como Alemania, Italia y Reino Unido.

Además, pronosticar una caída de unas décimas negativas para 2010, entre -0,75% y -0,3%, puede tornarse en ligeramente positiva con igual probabilidad, ya que el margen de error cuando las cifras son de décimas en torno a cero puede ser del 200%, como ha sido la diferencia entre las previsiones de julio y de octubre del FMI para Alemania en 2010.

Por otra parte, en las previsiones para 2012, Francia habrá superado el alto nivel de PIB del año 2008 con un 102%, y Alemania y España recuperarán un 98% de aquél, por delante de Italia e Irlanda. En 2014, según el Fondo, España estará creciendo al mismo ritmo que Estados Unidos, por encima de Alemania e Italia.
Entre los dilemas de política económica que se presentan ahora a los Gobiernos, el español ha optado por unos Presupuestos del Estado que frenan renglones de gasto y se dirigen a contener el ritmo de crecimiento del déficit, con subidas tributarias que tendrán impacto a mediados de 2010. Es una opción respetable, por ser una decisión valiente por impopular, que ha recibido el apoyo del Banco de España.
Mi opinión personal está del lado de las recomendaciones del FMI y de la OCDE, que he reseñado antes. La prioridad es sostener los estímulos expansivos de la política monetaria y presupuestaria, para reforzar el ritmo de recuperación de la economía española. Reforzar la expansión es la receta mejor, tanto para contribuir a que se reabsorba el déficit como para combatir el desempleo.

Es un lugar común, desde la teoría keynesiana, que las economías no son, ni funcionan, como los hogares, ni siquiera como las empresas. Un mayor gasto público, bien elegido, estimula el crecimiento y puede reducir el déficit, en vez de agrandarlo. Por eso países como EE UU (con un déficit previsto del 13,5%) y Reino Unido (con otro del 14,5%), a pesar de tener endeudamientos del 87% y del 75% -mucho mayores que España- no están paralizados por la "histeria del déficit", como escribe Brittan, en el Financial Times.
Un suplemento de ingresos del orden de 6.400 millones de euros, como prevé recaudar el Gobierno con la subida de impuestos, podría financiarse con emisión de deuda pública sin grandes problemas. Si son aproximadamente acertadas las previsiones del FMI, los tipos de interés permanecerán bajos hasta, al menos, el año 2012, y España terminará este año con una deuda bruta del orden del 53% del PIB, frente a una media del 78% de los mayores países europeos.
La subida de impuestos en coyuntura de recuperación incipiente será -a mi juicio- contraproducente si sólo sirve para reducir el déficit, y tanto más cuanto que afecta a las familias de rentas medias y bajas, que tienen mayor propensión al consumo. Pero si se destina a sostener los estímulos a la demanda global y al empleo, podría ser adecuada, ya que el multiplicador del gasto público tiene más efecto que el contractivo de un alza tributaria.
Las recomendaciones de la llamada "escuela de la oferta" son importantes para el crecimiento a largo plazo, pero son erróneas para afrontar una crisis económica, salvo que coincidan con las recomendaciones de estirpe keynesiana (como, por ejemplo, una bajada de impuestos).
La recomendación de abaratar el despido "para crear empleo" yerra en el timing y en el objetivo. Primero, desconoce la imposibilidad para un Gobierno de plantear esa reforma mientras cada mes caen en el paro decenas de miles de trabajadores.

Los sindicatos lo tomarían como una provocación y reaccionarían ásperamente. Pero, después, es que el abaratar el despido no es una panacea para crear empleo en medio de una crisis, según lo presenta un manido eslogan.
El muy serio problema de las amplísimas fluctuaciones del empleo en nuestro país, con fenomenales creaciones de puestos de trabajo en periodos de auge, seguidas de caídas de la ocupación y aumentos del paro, también extraordinarios, no se debe a que haya más días por año en las indemnizaciones por despido que en otros países.

Lo demuestra, además de un análisis de causa y efecto, el caso de Irlanda, que con una flexibilidad total en los contratos laborales ha tenido una experiencia semejante a la española: tras crecer el empleo, entre 1994 y 2007, a la tasa media del 4,2% anual, ha sufrido una caída de éste del 9,2%, en el conjunto de 2008-2009, del mismo orden que la española (-7,5%).
Las excesivas fluctuaciones del empleo tienen causas mucho más profundas que el coste del despido, en las estructuras de la demanda agregada y del sistema productivo español (o irlandés). El factor fundamental es el gran peso de la inversión en construcción en España y el consiguiente en la generación del valor añadido y en el empleo. En 2007 la inversión en construcción en España y en Irlanda era del 15,7% del PIB en la primera y del 15,6% en la segunda, frente al 9% en EE UU, Alemania, Francia, Reino Unido e Italia. La inversión es la componente más volátil del PIB en todos los países, pero en España tiene mayor peso y mayores fluctuaciones, y determina mucho más que en otros países grandes oscilaciones del empleo.
Cuando se reduzca, como es de esperar, el excesivo peso de la construcción -que además exige inevitablemente plantillas en gran parte temporales-, disminuirán sustancialmente los enormes vaivenes del empleo que hemos experimentado en los noventa del siglo XX y en la crisis actual.
Con las lecciones que sacarán los Gobiernos y los bancos centrales del trance actual, mantendrán -cuando pase la depresión- los tipos de interés en niveles suficientemente altos para no engendrar burbujas inmobiliarias, al tiempo que los otros bancos aumentarán la prudencia en la concesión de créditos. La construcción seguirá siendo importante en España, aunque se reduzca a la mitad (unos cuatro puntos y medio del PIB) la residencial, y la inversión total seguirá siendo -en porcentaje del PIB- bastante superior a la media en la Eurozona. Ese cambio en el patrón de crecimiento ayudará a reducir el déficit de la balanza de pagos, la deuda externa y la temporalidad de los contratos.
Lo más difícil de ese cambio será expandir el sector de los servicios para mantener un crecimiento suficiente del PIB y del empleo. Ello exige, en el medio y largo plazo, una fuerte inversión en todos los tramos de educación y modificar los contratos laborales para contribuir también a la reducción de la excesiva temporalidad actual, que daña la formación profesional de los trabajadores, la productividad y la innovación en las empresas. Ése es un fin alcanzable con sólo dos tipos de contratos -uno indefinido y otro por tiempo determinado- y no la cantilena de "abaratar el despido para crear empleo".
La tarea no es nada fácil, pero es necesaria si queremos prolongar el extraordinario éxito de una economía que ha multiplicado por ocho su PIB per cápita desde 1950, y que ha convergido ya mucho con las de los países más desarrollados de Europa.
Miguel Boyer Salvador es ex ministro de Economía y Hacienda de España durante el gobierno de Felipe Gonzalez

domingo, 18 de octubre de 2009

Claves para una reforma de las pensiones en España


TRIBUNA: Laboratorio de ideas Ignacio Eyries
Ignacio Eyries 18/10/2009



Cada vez son más, y más cualificadas, las voces que alertan de que la sostenibilidad del actual sistema de pensiones en España se encuentra amenazada por serias dificultades. En el corto plazo, éstas se derivan del vuelco de la coyuntura macroeconómica y de la destrucción intensa de empleo, lo que socava la salud financiera del sistema al reducir el PIB y la base de cotizantes. A medio plazo, la crisis económica augura un periodo de bajos ritmos de crecimiento y creación de empleo, extendiendo sus consecuencias negativas para el mantenimiento de las pensiones de acuerdo con su actual configuración.

El envejecimiento de la población será el gran condicionante para la viabilidad del sistema

Defendemos un modelo con tres soportes: público, de capitalización obligatorio y de ahorro voluntario
Con todo ello, las mayores y más graves dificultades para la permanencia del sistema provendrán, en un periodo de tiempo más extenso, del envejecimiento de la población, pues el incremento que experimentarán las tasas de dependencia conducirá a desequilibrios financieros severos. Éste es, sin duda alguna, el gran condicionante para la viabilidad financiera de nuestro sistema de pensiones, ya que España se perfila como uno de los países donde más intenso será el proceso de inversión de la pirámide poblacional.

Los notables incrementos de la esperanza de vida y las reducidas tasas de natalidad generan un proceso de envejecimiento de la población que transforma radicalmente el contexto demográfico en que los actuales sistemas de pensiones nacieron y vienen operando desde hace décadas. Un problema que no es privativo de España, pues la sostenibilidad financiera de los sistemas de pensiones está amenazada en muchos países desarrollados.

En el ámbito internacional, organismos como la OCDE, el Banco Mundial, el FMI o la Comisión Europea aconsejan desde hace tiempo la necesidad de importantes reformas de carácter estructural. En nuestro país, prestigiosas instituciones como el Banco de España, la Fundación de las Cajas de Ahorros (Funcas) y los gabinetes de estudios de La Caixa y BBVA, entre otros, señalan en la misma dirección.

Por otra parte, a las razones coyunturales y estructurales se unen otras basadas en los defectos del sistema, que no hemos de olvidar y conviene paliar: que su fortaleza es aparente, al estar condicionada por las obligaciones para el futuro contraídas con los cotizantes actuales; que el sistema actual conduce a una merma de la responsabilidad individual; que limita las opciones de elección del individuo coartando su libertad; que no compatibiliza correctamente los intereses colectivos e individuales o que garantiza una pensión pero nunca el importe de la misma.

Así, si todos los argumentos que evidencian la necesidad de reformar el sistema son claros, el cómo hacerlo no lo es tanto. Hasta ahora, las variaciones acometidas, como es el caso en España con el Pacto de Toledo, sólo han dilatado el problema en el tiempo, trasladándolo a las futuras generaciones. Sin embargo, no será suficiente el incremento de la presión fiscal, bien a través de las cotizaciones o mediante impuestos. La única solución pasa por abrir un debate profundo y responsable para la reforma del sistema.

El Círculo de Empresarios considera que la reapertura de un nuevo proceso de evaluación del Pacto de Toledo puesto en marcha por el Congreso se produce en un momento absolutamente propicio para buscar el mayor consenso político y social, capaz de generar verdaderas y definitivas soluciones. Con el objetivo de contribuir eficaz y responsablemente, el Círculo se ha pronunciado sobre la necesidad de transitar hacia sistemas de capitalización y, recientemente, dio un paso más, abogando por un modelo mixto en el que convivan el reparto y la capitalización, dando a ésta, paulatinamente, un mayor peso en el sistema.

El modelo propuesto se basa en tres soportes: un sistema público de pensiones, un sistema de capitalización obligatorio y un sistema de ahorro individual voluntario.

El primero de ellos, similar al actual de pensiones de reparto, se orienta a la provisión de subsidios básicos que garanticen un nivel de vida mínimo. Si bien se haría necesaria la modificación de algunos de sus parámetros, tanto por el lado de los ingresos como por el de los gastos, para así dotarlo de mejor salud financiera: en cuanto a los ingresos, una reducción de las cotizaciones a este primer soporte se destinaría a financiar el segundo por parte de quienes alcanzaran unos determinados requisitos. Respecto a los gastos, habría una reducción proporcional que debería potenciarse con medidas como el establecimiento de un límite a las pensiones máximas y la introducción de cambios en el cálculo de la base reguladora, aumentando los años cotizados para lograr una mayor proporcionalidad entre las aportaciones realizadas al sistema y las pensiones percibidas.

Otra medida sería la introducción de cuentas nocionales que registren las aportaciones del individuo con los rendimientos correspondientes a su vida laboral, calculados con una tasa nocional, es decir, un rendimiento de futuro. Ello permitiría contabilizar con exactitud los compromisos adquiridos, lo que contribuiría a un mejor conocimiento en cada momento de la situación financiera del sistema. Países como Suecia, Italia o Polonia han adoptado ya este tipo de cuentas.

El segundo soporte, cuya importancia cuantitativa crecería de modo gradual, consistiría en un sistema obligatorio de capitalización con un fondo de pensiones a nombre del trabajador al que aportarían él mismo y su empleador, siempre que la persona ocupada superase un mínimo nivel de ingresos, para evitar el sobreahorro por parte de las rentas más bajas. De esta forma, el trabajador es el propietario del plan de pensiones y, por lo tanto, si se cambia de empresa se lo lleva consigo. En caso de fallecimiento, el plan pasaría a manos de sus legítimos herederos.

La financiación de este sistema procedería de las cotizaciones sociales reducidas del primer soporte y trasladadas a la capitalización de este segundo. Hay que descartar un aumento de las cotizaciones sociales, ya que incrementaría los costes del empleo para las empresas, dañando su competitividad, y la del conjunto de la economía así como su capacidad de creación de empleo. Para esta nueva clase de fondos de pensiones, el trabajador podría elegir el tipo de gestión, bien pública o privada, y podría decidir en qué activos invertir, asumiendo, por tanto, la responsabilidad sobre sus propios ahorros.

Con este sistema, la pensión de jubilación sería la suma de la pensión del régimen de reparto, calculada con una reducción proporcional a la de las aportaciones, más la procedente del nuevo sistema de capitalización, que se percibiría en forma de renta. El tratamiento fiscal, tanto para las pensiones del primer y segundo soporte, podría ser similar.

El tercer soporte equivaldría a los actuales fondos de pensiones privados, que suponen tan sólo un 2% del total de las pensiones en España. En este caso, sería necesaria la puesta en marcha de nuevos incentivos fiscales para promover el ahorro voluntario en fondos de pensiones privados tanto individuales como empresariales. Asimismo, se debería incrementar la seguridad jurídica de este tipo de inversiones a largo plazo dando estabilidad a la legislación y eliminando incertidumbres en sus aspectos legales y tributarios.

Con una reforma en la dirección a la que apunta el Círculo de Empresarios, se lograría garantizar la necesaria sostenibilidad del sistema de pensiones en el futuro y también incentivar el ahorro mediante inversiones no especulativas, estables y a largo plazo. Promueve, además, la responsabilidad personal y garantiza la libertad de elección, la justicia y la solidaridad.


Ignacio Eyries es presidente del Comité sobre el Sistema de Pensiones del Círculo de Empresarios.

domingo, 11 de octubre de 2009

Borlaug y los banqueros



TRIBUNA: Laboratorio de ideas

JOSEPH E. STIGLITZ 11/10/2009

El reciente fallecimiento de Norman Borlaug nos brinda una ocasión oportuna para reflexionar sobre los valores básicos y nuestro sistema económico. Borlaug recibió el Premio Nobel por su trabajo en pos de una revolución verde, que salvó a cientos de millones de personas del hambre y cambió el paisaje económico mundial.
Los peores efectos han afectado a nuestro capital humano, nuestro recurso más precioso
Antes de Borlaug, el planeta afrontaba la amenaza de una pesadilla malthusiana: una creciente población en el mundo en desarrollo y alimentos insuficientes para sostenerla. Piénsese en el trauma que habría sufrido un país como India si su población de 500 millones apenas hubiera podido alimentarse, al tiempo que se duplicaba.

Antes de la revolución verde, el premio Nobel Gunnar Myrdal predecía un sombrío futuro para un continente asiático sumido en la pobreza. En lugar de ello, se ha convertido en un motor económico.
De manera similar, la renovada y bienvenida determinación de África de combatir el hambre debería ser un testimonio vivo del legado de Borlaug. El hecho de que la revolución verde nunca llegara al continente más pobre del mundo, donde la productividad agrícola es apenas un tercio de la de Asia, sugiere que hay allí amplio margen de mejora.
Por supuesto, la revolución verde puede resultar siendo sólo un respiro temporal. El aumento de los precios de los alimentos antes de la crisis financiera global sirvió de advertencia, así como la desaceleración del crecimiento de la productividad agrícola. Por ejemplo, el sector agrícola indio ha quedado a la retaguardia de su dinámica economía, viviendo a contrarreloj, ya que los niveles de agua superficial -de los que gran parte del país depende- están disminuyendo rápidamente.
No obstante, la muerte de Borlaug a los 95 años también es un recordatorio de cómo se ha torcido nuestro sistema de valores. Cuando Borlaug recibió la noticia de su premio, a las cuatro de la mañana, ya estaba trabajando en los campos mexicanos, en su incesante búsqueda por mejorar la productividad agrícola. No lo hacía por una enorme remuneración, sino por convicción y pasión por su trabajo.
Qué contraste entre Borlaug y los magos financieros de Wall Street que llevaron al mundo al borde de la ruina y argumentaban que debían recibir cuantiosas remuneraciones y compensaciones para estar motivados. Sin ninguna otra brújula, las estructuras de incentivos que adoptaron claramente los motivaron... no a introducir nuevos productos que mejoraran la vida de las personas o les ayudaran a manejar los riesgos que afrontaban, sino a poner en riesgo la economía global a fuerza de avidez y miopía. Sus innovaciones se centraron en encontrar formas de evitar las normativas contables y financieras creadas para asegurar la transparencia, la eficiencia y la estabilidad, y para prevenir la explotación de quienes contaban con menos información.
También hay un aspecto más profundo en este contraste: nuestras sociedades toleran las desigualdades porque se las ve como socialmente útiles; es el precio que pagamos por tener incentivos que motiven a las personas a actuar de manera que promuevan el bienestar social. La teoría económica neoclásica, que por un siglo ha predominado en Occidente, sostiene que la remuneración que recibe cada persona refleja su contribución social marginal, lo que aporta a la sociedad. Al hacer el bien se prospera, reza este argumento.
Sin embargo, Borlaug y nuestros banqueros refutan esa teoría. Si la teoría neoclásica fuera correcta, Borlaug habría estado entre los hombres más ricos del mundo, mientras que nuestros banqueros habrían hecho cola para las sopas de caridad.
Por supuesto, hay algo de verdad en la teoría neoclásica; si no fuera así, probablemente no habría sobrevivido tanto (aunque a menudo las malas ideas sobreviven bastante bien en el ámbito de la economía). No obstante, la economía simplista de los siglos XVIII y XIX, cuando surgieron las teorías neoclásicas, son completamente inadecuadas para las economías del siglo XXI. En las grandes corporaciones con frecuencia es difícil ponderar la contribución de una persona en específico. Estas organizaciones están llenas de problemas de representación: si bien se supone que quienes toman las decisiones (los directores) deben actuar en nombre de sus accionistas, tienen un enorme poder de acción para beneficiar sus propios intereses, y a menudo lo hacen.
Puede que los ejecutivos bancarios se hayan ido con cientos de millones de dólares en los bolsillos, pero todos los demás en nuestra sociedad -accionistas, tenedores de bonos, contribuyentes, propietarios de viviendas, trabajadores- padecemos las consecuencias. Con demasiada frecuencia, sus inversores son fondos de pensiones, que también afrontan un problema de representación, ya que sus directores toman decisiones en nombre de otros. En un mundo así, los intereses sociales y privados suelen diferir, como hemos visto con tanto dramatismo en esta crisis.
¿Cree realmente alguien que los directivos bancarios de EE UU se volvieron repentinamente tan productivos en comparación con los demás actores de la sociedad que merecen los enormes aumentos de sueldo que recibieron en los últimos años? ¿Cree alguien realmente que los altos ejecutivos de EE UU son más productivos que los de otros países donde las remuneraciones son más modestas?
Peor aún, en EE UU las opciones sobre acciones se convirtieron en una forma preferida de remuneración, a menudo por un valor mayor que el del salario del ejecutivo. Las opciones sobre acciones premian a los ejecutivos generosamente, incluso cuando las acciones aumentan debido a una burbuja de los precios, e incluso cuando las acciones de firmas comparables tienen mejor rendimiento. No es de sorprender que las opciones sobre acciones generen potentes incentivos para adoptar conductas poco previsoras y excesivamente arriesgadas, así como para la contabilidad creativa, que los ejecutivos de todos los sectores de la economía perfeccionaron con trucos y trampas extracontables.
Esos torcidos incentivos distorsionaron nuestra economía y nuestra sociedad. Confundieron los medios con los fines. Nuestro hinchado sector financiero creció hasta un punto que en EE UU representaba más del 40% de los beneficios de las empresas.
Sin embargo, los peores efectos han afectado a nuestro capital humano, nuestro recurso más precioso. Las absurdamente generosas remuneraciones del sector financiero hicieron que algunas de nuestras mejores mentes migraran al ámbito bancario.

¿Quién sabe cuántos Borlaugs habría habido entre quienes se vieron tentados por las riquezas de Wall Street y la City de Londres? Si perdimos aunque sea uno, nuestro mundo se volvió inconmensurablemente más pobre.
Joseph E. Stiglitz, premio Nobel de Economía en 2001, es profesor de la Universidad de Columbia. (c) Project Syndicate, 2009. Traducción de David Meléndez Tormen

domingo, 4 de octubre de 2009

El elefante indio acelera su paso



REPORTAJE: Economía global
Lo peor de la crisis ha pasado en India, que va a crecer un 6% este año y un 7% en 2010
ANA GABRIELA ROJAS 04/10/2009

La economía de India ha superado lo peor de la crisis y empieza a recuperarse. El elefante asiático ralentizó su paso debido al impacto de la crisis financiera internacional, y este año sólo crecerá un 6,3%, por debajo del 6,7% de 2008 y muy lejos del casi 9% de los tres años anteriores. Sin embargo, la crisis ha tocado fondo, y aunque este año el crecimiento es más bajo, el próximo se acelerará hasta el 7%, según el primer ministro Manmohan Singh.

Incluso el crecimiento actual es mayor de lo que se esperaba: el Banco Asiático de Desarrollo (ADB) ha revisado su proyección para India en 2009: confirma las cifras oficiales de que sí alcanzará el 6% y no sólo el 5% que vaticinaba en marzo. Y concuerda con las cifras oficiales de que superará el 7% para 2010.
El reto a medio plazo es crecer a un 8% estable e invertir más en el sector social
La exportación ya cae menos, crece la inversión extranjera y la Bolsa sube
El ADB asegura en un informe de la semana pasada que India ha superado con éxito "la desaceleración económica del año pasado" gracias a más gasto público, a una mayor producción industrial y a una mayor confianza en los negocios. Sin embargo, alerta de que el seguir aumentando el déficit fiscal será insostenible: este año podría llegar al 6,8% del PIB, el más alto en 16 años. Pero por ahora hay una gran esperanza en la recuperación económica.
Los sectores que han animado la aceleración son, "sobre todo, los ligados al mercado interno, a la construcción y la infraestructura", coinciden los expertos. Las principales industrias, que en conjunto suponen el 26,7% del índice de producción industrial de India, son cemento, carbón, electricidad, acero, crudo y refinados del petróleo. Estas industrias incrementaron su producción un 7,1% en agosto, según los datos oficiales, alcanzando su mejor punto en este año financiero y mucho mejor que el 2,1% del mismo mes del año pasado y el 2,5% de julio.
Las exportaciones siguen cayendo, pero con menos rapidez. Han pasado de caer un 30% mensual en junio al 10% en agosto y se espera que en septiembre casi no haya caída. Las exportaciones de India suponen el 10% de su PIB y se centran básicamente en los servicios de tecnología de la información, textil, joyería, piel y acero. "Recibo muchos menos pedidos de Europa y EE UU desde que empezó la crisis. La gente tiene miedo de gastar dinero, prefiere guardarlo para emergencias. La demanda interna continúa casi igual", explica Pankaj Misra, un vendedor de telas en Benarés.
Otros buenos signos de recuperación son el avance en la recaudación de impuestos a las empresas, que ha aumentado un 14,7% en el segundo cuarto de este año fiscal, y el resurgir de los mercados de valores (el índice Sensex de Bombay alcanzó esta semana los 17.000 puntos, su máximo en 16 meses), al tiempo que las inversiones extranjeras están creciendo de nuevo en los mercados indios. El total de las inversiones extranjeras ha alcanzado los 10.000 millones de dólares esta semana, después de que el año pasado se produjera una salida neta de 12.000 millones de dólares. El empleo también ha empezado a mostrar signos de recuperación. "Compañías de tecnología como Infosys y Wipro han empezado, aunque lentamente, a contratar otra vez", dice Anit Mukherjee, investigador del Instituto Nacional de Finanzas y Política Pública, que asesora al Ministerio de Finanzas.
Sólo un mal monzón "ha arruinado la fiesta" y ha hecho que la alegría de la recuperación no sea total. En más de la mitad del país ha caído menos lluvia de lo normal, afectando a los campesinos, estropeando sus cosechas y provocando que su ganado muera de hambre por falta de pastos. Situación que ha provocado un aumento de precios, sobre todo en productos alimenticios. El índice del precio al consumidor ha aumentado un 12%. "La mayor parte de lo que gano se me va en comprar comida, que cada vez es más cara", dice Raj Kumar, conductor de un taxi de bicicleta. Como él, la gente más pobre es la más afectada por la carestía.
Los más escépticos de la recuperación aseguran que el crecimiento que registra ahora India es vulnerable porque no se ha cambiado la estrategia. "La recuperación del mercado interno ha venido por créditos, y en el mercado de valores se está creando una burbuja con la inversión extranjera", explica el prestigioso analista de la Universidad Jawaharlal Nehru C. P. Chandrasekar.
Los retos económicos de India a medio plazo serían crecer a un 8% estable e invertir más en el sector social, indican los especialistas. También sería disminuir la pobreza y consolidar la clase media. Hay un gran debate en cuanto a cómo se define la clase media y cuántos son sus números. Pero todos están de acuerdo en hay menos gente en la pobreza extrema, aunque la desigualdad crece a pasos agigantados. "Durante estos años de crecimiento, sólo la mitad de la población se ha beneficiado. La otra mitad no ha recibido nada", explica Shaurabh Mukherjea, de Noble, un banco de inversiones británico especializado en India. En su opinión, esta situación tiene más que ver con el sentido de democracia y de justicia social que con el sistema económico.
Para Mukherjee, el mayor problema que tiene la economía india es el acceso al capital. "Es muy caro para las compañías tomar prestado dinero: mientras en otras economías emergentes el tipo de interés estaría en un 10%, para un empresario indio está en un 12%", asegura. También dice que las empresas están dominadas por unas cuantas familias y que el gran reto es profesionalizarlas "en la medida que nos estamos convirtiendo en una economía moderna".
En los últimos dos años, India ha ganado gran visibilidad e influencia a nivel internacional. India forma parte del G-20, que fue establecido como el principal foro para la cooperación económica internacional. Para algunos, el impacto será sobre todo político: las posturas del subcontinente en negociaciones sobre asuntos como el comercio, el calentamiento global o la proliferación nuclear ganarán en importancia. Para la mayoría, este paso de reconocimiento es sólo un paso "normal y esperado para una economía de un billón de dólares", en palabras de Shankkar Aiyar, editor económico de la revista India Today. Para otros, India quedará en la sombra del protagonismo de China.
Aunque a nivel internacional se ve a India como competidor de China, en esta parte del mundo se es un poco más consciente de que "India está muy atrás", y esa diferencia se podría ampliar con rapidez en los próximos años. "Más estímulos fiscales y un bajo déficit fiscal han ayudado a China a salir más rápidamente de la crisis", comenta Sonal Varma, de la consultora japonesa Nomura. Se espera que China crezca el 8,2% este año y el 8,9% el siguiente.
Para que India pudiera recortar esa desventaja, dice Aiyar, tendría que invertir más en infraestructura, en formación de los trabajadores y en agricultura. "El gran problema de la pobreza no se va a reducir mientras el 70% de la población que vive de la agricultura reciba sólo el 20% del PIB".